martes, 18 de octubre de 2011

Vértigo, de Alfred Hitchcock


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La cámara parece alejarse del objeto que está siendo filmado; el fondo se ve cada vez más pequeño y, sin embargo, el objeto mantiene su dimensión original. Como resultado, el espectador experimenta una sensación de desequilibrio: acaba de contemplar un “Vertigo shot”. El nombre de este efecto cinematográfico no viene únicamente del vértigo que produce, sino de una de las obras maestras de Hitchcock, que en España recibió el mismo título que la novela de Boileau y Narcejac en la que estaba inspirada: De entre los muertos.
Vértigo es excepcional desde el primer segundo hasta el último, y buena prueba de ello son sus títulos de crédito. Los credits se sobreponen a los evocadores ojos de una mujer que parecen recordar un pasado lejano, quizás inexistente, para luego alternarse con una serie de espirales y unos gráficos de colores cambiantes. Hitchcock ha empezado a jugar con nosotros: ¿estamos asistiendo a un sueño? ¿quizás a la proyección gráfica de un delirio? A continuación en la primera escena concoemos el origen de la acrofobia del protagonista, y es donde se utiliza por primera vez en el cine el Vertigo shot.
La gala de artificios técnicos no ha hecho más que empezar: brumas que se sobreponen a personajes venidos del más allá, planos diagonales que provocan inestabilidad… mención aparte merece el uso de los colores, tanto en escena como por la grabación con lentes de diferentes tonalidades. Colores primarios como el verde de la falda de Madeleine o el carmesí apasionado y desasosegante del restaurante Ernie’s, que el director utiliza para transmitir los sentimientos de los actores como si fuera un pintor impresionista.
Claro está, unos buenos efectos no son suficientes para hacer una buena película. Vértigo también es excelente en las facetas clásicas, empezando por su guión. Un guión del que parece difícil eliminar una sola palabra, como demuestran los sugerentes diálogos entre Madeleine (Kim Novak) y Scottie (James Stewart), que se cortejan con una danza verbal aparentemente inocente pero cargada de dobles sentidos, o la sutil ironía de la conversación entre Scottie y su amor de juventud y ahora amiga Midge. Y no se trata sólo de lo que el guión “dice”, sino de cómo Hitchcock emplea los detalles para enriquecer la historia: en una sola bajada de ojos, por ejemplo, entendemos que Midge sigue totalmente prendada de Scottie, y comprendemos cuánta soledad ha experimentado por ese amor no correspondido.
Vértigo es también una oda a San Francisco, bella como nunca. Una de las pocas ciudades de EEUU en las que las casas huelen a historia. Casas victorianas de techos altos y decoración elegante,  pintadas con llamativos colores – otra vez los colores. Por no hablar de la misión jesuita que tanto protagonismo tiene en la historia. Una misión en la que rara vez se ve un religioso, y en la que no parece haber rastro de Dios.
Y sí, por supuesto, James Stewart y Kim Novak están sublimes. El personaje de Stewart provoca el curioso, por no decir inédito, efecto de ganarse al espectador en los primeros compases de la película para, poco a poco, generarle un sentimiento de compasión, desconfianza e, incluso, repulsión a medida que su obsesión va aumentando. Porque, como decía la canción, lo de Scottie no es amor sino obsesión. Primero por una mujer casada que él ha idealizado y que está más cerca de la esquizofrenia que de la realidad. Y luego por una persona muerta, hasta el punto que no dudará en utilizar a otra persona para que se “transforme” en Madeleine y ésta pueda revivir – una especie de necrofilia “light”, si me permitís la expresión.
Hay que reconocer en cualquier caso que Novak es capaz de volver loco al más cuerdo de los hombres, porque pocas veces una mujer ha sido tan sugerente enseñando tan poco como esta Madeleine. Una de esas rubias que tanto le gustaban a Hitchcock – conocido por enamorarse de sus actrices principales en cada película. No busquéis ni un escote ni una minifalda en esta rubia platino. Madeleine cautiva al espectador, y hace enloquecer a Scottie, por lo que insinúa, por el misterio que derrocha cada una de sus miradas al vacío, por sus silencios, cuando no por esa (¿falsa?) fragilidad que hace creer al iluso Scottie que él es su salvador.
Finalmente, no quisiera olvidar a los dos actores secundarios, Tom Helmore en el papel de Jon Elster y Barbara Bel Geddes en el de Midge – ambos contrapunto perfecto de los dos protagonistas, el inocente Scottie y la misteriosa Madeleine. No desvelaremos quién gana la partida al final de la película; si algo nos enseña Vértigo es que el misterio es la antesala de la seducción. Y me gustaría que Vértigo os sedujera tanto como a mí.