martes, 18 de octubre de 2011

Vértigo, de Alfred Hitchcock


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La cámara parece alejarse del objeto que está siendo filmado; el fondo se ve cada vez más pequeño y, sin embargo, el objeto mantiene su dimensión original. Como resultado, el espectador experimenta una sensación de desequilibrio: acaba de contemplar un “Vertigo shot”. El nombre de este efecto cinematográfico no viene únicamente del vértigo que produce, sino de una de las obras maestras de Hitchcock, que en España recibió el mismo título que la novela de Boileau y Narcejac en la que estaba inspirada: De entre los muertos.
Vértigo es excepcional desde el primer segundo hasta el último, y buena prueba de ello son sus títulos de crédito. Los credits se sobreponen a los evocadores ojos de una mujer que parecen recordar un pasado lejano, quizás inexistente, para luego alternarse con una serie de espirales y unos gráficos de colores cambiantes. Hitchcock ha empezado a jugar con nosotros: ¿estamos asistiendo a un sueño? ¿quizás a la proyección gráfica de un delirio? A continuación en la primera escena concoemos el origen de la acrofobia del protagonista, y es donde se utiliza por primera vez en el cine el Vertigo shot.
La gala de artificios técnicos no ha hecho más que empezar: brumas que se sobreponen a personajes venidos del más allá, planos diagonales que provocan inestabilidad… mención aparte merece el uso de los colores, tanto en escena como por la grabación con lentes de diferentes tonalidades. Colores primarios como el verde de la falda de Madeleine o el carmesí apasionado y desasosegante del restaurante Ernie’s, que el director utiliza para transmitir los sentimientos de los actores como si fuera un pintor impresionista.
Claro está, unos buenos efectos no son suficientes para hacer una buena película. Vértigo también es excelente en las facetas clásicas, empezando por su guión. Un guión del que parece difícil eliminar una sola palabra, como demuestran los sugerentes diálogos entre Madeleine (Kim Novak) y Scottie (James Stewart), que se cortejan con una danza verbal aparentemente inocente pero cargada de dobles sentidos, o la sutil ironía de la conversación entre Scottie y su amor de juventud y ahora amiga Midge. Y no se trata sólo de lo que el guión “dice”, sino de cómo Hitchcock emplea los detalles para enriquecer la historia: en una sola bajada de ojos, por ejemplo, entendemos que Midge sigue totalmente prendada de Scottie, y comprendemos cuánta soledad ha experimentado por ese amor no correspondido.
Vértigo es también una oda a San Francisco, bella como nunca. Una de las pocas ciudades de EEUU en las que las casas huelen a historia. Casas victorianas de techos altos y decoración elegante,  pintadas con llamativos colores – otra vez los colores. Por no hablar de la misión jesuita que tanto protagonismo tiene en la historia. Una misión en la que rara vez se ve un religioso, y en la que no parece haber rastro de Dios.
Y sí, por supuesto, James Stewart y Kim Novak están sublimes. El personaje de Stewart provoca el curioso, por no decir inédito, efecto de ganarse al espectador en los primeros compases de la película para, poco a poco, generarle un sentimiento de compasión, desconfianza e, incluso, repulsión a medida que su obsesión va aumentando. Porque, como decía la canción, lo de Scottie no es amor sino obsesión. Primero por una mujer casada que él ha idealizado y que está más cerca de la esquizofrenia que de la realidad. Y luego por una persona muerta, hasta el punto que no dudará en utilizar a otra persona para que se “transforme” en Madeleine y ésta pueda revivir – una especie de necrofilia “light”, si me permitís la expresión.
Hay que reconocer en cualquier caso que Novak es capaz de volver loco al más cuerdo de los hombres, porque pocas veces una mujer ha sido tan sugerente enseñando tan poco como esta Madeleine. Una de esas rubias que tanto le gustaban a Hitchcock – conocido por enamorarse de sus actrices principales en cada película. No busquéis ni un escote ni una minifalda en esta rubia platino. Madeleine cautiva al espectador, y hace enloquecer a Scottie, por lo que insinúa, por el misterio que derrocha cada una de sus miradas al vacío, por sus silencios, cuando no por esa (¿falsa?) fragilidad que hace creer al iluso Scottie que él es su salvador.
Finalmente, no quisiera olvidar a los dos actores secundarios, Tom Helmore en el papel de Jon Elster y Barbara Bel Geddes en el de Midge – ambos contrapunto perfecto de los dos protagonistas, el inocente Scottie y la misteriosa Madeleine. No desvelaremos quién gana la partida al final de la película; si algo nos enseña Vértigo es que el misterio es la antesala de la seducción. Y me gustaría que Vértigo os sedujera tanto como a mí.  



domingo, 4 de septiembre de 2011

Reforma exprés de la Constitución:Lo bueno, lo feo y lo malo

Reforma exprés de la Constitución: Lo bueno, lo feo y lo malo




El Congreso aprobó el pasado 2 de septiembre una histórica reforma de la Constitución para introducir la obligación de estabilidad presupuestaria por parte de todas las Administraciones Públicas españolas. Histórica no sólo por ser la primera modificación relevante de nuestra Norma Fundamental, sino por haber sido aprobada con el único apoyo de dos partidos, lo cual constituye una auténtica ruptura con el espíritu de consenso que forjó el texto de 1978. La reforma, negociada por PSOE y PP en pocas horas, presenta aspectos positivos (Lo bueno), así como elementos escasamente edificantes (Lo feo) y otros que cuando menos deberían llevarnos a la preocupación (Lo malo).

Lo bueno

Como aspectos positivos cabe destacar dos. En primer lugar, los dos principales partidos del país han conseguido ponerse de acuerdo en algo. En un país acostumbrado a la política de tierra quemada y la guerra de trincheras, y tras discrepancias en temas tan sensibles como la política económica, la reforma del Poder Judicial o el terrorismo, el consenso entre PSOE y PP no deja de ser novedad. En segundo lugar, reformar la Constitución para incluir el compromiso de equilibrio presupuestario nos mete en el grupo de Alemania y otros países como Francia que parecen haberse tomado en serio la crisis. Y puestos a estar en un grupo, mejor que sea el de Alemania y Francia que el de Portugal, Grecia o Irlanda, incómodos compañeros de viaje con los que España ha sido asociada demasiadas veces en los últimos dos años.

En cualquier caso, y a pesar de los parabienes que Merkel y Sarkozy han dispensado a España por la medida que el Congreso acaba de adoptar, los mercados no parecen tan impresionados; la prima de riesgo (medida como diferencial del rendimiento del bono español respecto del bono alemán) alcanzó el mismo 2 de septiembre los 311 puntos básicos, el nivel más alto desde inicios de agosto.

Lo feo

Lo feo es cómo los dos partidos mayoritarios han marginado al resto de formaciones. En 1978 se llegó a un amplio consenso para redactar una Constitución que reflejara la variedad de opciones políticas del país. La propia composición del órgano de redacción, una ponencia de siete diputados que fueron llamados los Padres de la Constitución, si bien no incluía a determinadas sensibilidades (grupos a la izquierda del PCE) y regiones (Galicia y Canarias, por ejemplo), supuso un gran esfuerzo de representatividad del conjunto de la población española. Los Padres de la Constitución fueron Gregorio Peces-Barba (PSOE), Manuel Fraga (Alianza Popular, hoy PP), Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez Llorca y Miguel Herrero de Miñón (UCD), Jordi Solé Tura (PCE) y Miquel Roca i Junyent (Minoria Catalana y PNV),

La reforma que se acaba de aprobar se ha cocinado de una manera muy diferente. Fue negociada por el gobierno y el principal partido de la oposición en pocas horas, y el Congreso rechazó hasta 18 enmiendas propuestas por el resto de partidos. El día de la votación PSOE y PP intentaron conseguir que al menos CIU se abstuviera de la votación, posibilidad que fue vetada por IU al impedir que se votaran dos enmiendas transaccionales sugeridas para conseguir la abstención del partido catalán. El resultado es que la reforma fue aprobada por 316 votos a favor, 5 en contra y la ausencia de 29 diputados.

El mensaje lanzado por PSOE y PP al negociar el nuevo texto por su cuenta es claro: la grave situación económica justifica la adopción de esta medida prescindiendo del consenso de 1978, en una semana y con “estividad” – en pleno agosto - y alevosía. Sin embargo, parece que la gravedad de la coyuntura antes justificaría un gran pacto de fuerzas políticas, y no la bilateralidad pretendida por PSOE y PP. España ya tuvo un sistema bipartidista, y resucitar ahora a Cánovas del Castillo y Sagasta se antoja algo anacrónico.

Por todo ello, tiene razón Duran Lleida cuando clama que se ha roto el pacto constitucional. Si el PP gana las próximas elecciones generales de noviembre pero no alcanza la mayoría absoluta, como anticipan algunas encuestas, será interesante ver cómo se aproxima a fuerzas como CIU, PNV, o UPD, a las que ahora ha preterido. El PSOE tiene menos que temer a corto plazo ante lo improbable de que pueda acceder al poder incluso mediante pactos post electorales, pero hay gestos que no se olvidan fácilmente.

Lo malo

Lo malo, por no decir lo peor, es cómo se ha ninguneado a la ciudadanía, negándole el derecho a pronunciarse en referéndum sobre una reforma de la Constitución de este calibre. Esta es la crítica que hicieron a PSOE y PP el día de la votación tanto IU como ICV, BNG, Nafarroa Bai o UPyD. La Carta Magna sólo se había modificado una vez en más de treinta años de historia, en 1992, por exigencias del Tratado de Maastricht. La reforma, que afectaba al artículo 13.2 de la Constitución, obedeció a la justificada necesidad de reconocer el derecho al sufragio de los ciudadanos extranjeros en las elecciones municipales. Se trataba entonces de dar un derecho a quien no lo tenía, y en buena lógica el cambio no suscitó recelos o críticas, por lo que no habría sido justificado activar la maquinaria del referéndum, que obviamente es costosa en tiempo y recursos.

Este caso es muy diferente. La Constitución Española dice muy poco sobre el modelo económico a seguir. A grandes rasgos, el Título VII (‘Economía y Hacienda’) establece una economía de mercado en la que el Estado puede intervenir para “atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución” (artículo 131 CE). En esta música caben muchas melodías: desde una economía ampliamente intervenida hasta las formas más extremas del laissez faire laissez passer, pasando por las recetas intermedias del keynesianismo propio de la socialdemocracia. Y así debe ser; la Constitución es el campo de juego y las reglas básicas, y corresponde al gobierno de turno decidir si juega con un 4-4-3 o un 5-3-2, en función de su color político y la coyuntura económica del momento.

La reforma que se acaba de aprobar, al margen de la opinión de cada uno sobre las virtudes del principio de equilibrio presupuestario, quiebra esta manera de entender la Constitución. El nuevo texto del artículo 135 establece que “Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria”, prohibiéndoles incurrir en déficits que superen los límites establecidos por la UE y, a nivel interno, mediante Ley Orgánica. Específicamente, la Constitución proclama que el pago de la deuda pública “gozará de prioridad absoluta”. ¿Prioridad por delante de qué? Parece bastante claro: por delante del gasto en otras partidas, como sanidad, educación o infraestructuras.

Exigir a los poderes públicos que sus cuentas estén equilibradas por encima de cualquier otro objetivo es una premisa de la economía neoliberal. Por mucho que el equilibrio presupuestario se haya demostrado positivo en diferentes ocasiones y países, incluso sus más acérrimos defensores deben reconocer que marcarlo a fuego en la Norma Fundamental va más allá de las reglas básicas de juego que deberían ser el solo contenido de la Constitución. La mejor prueba de ello es que la única fuerza parlamentaria que había propuesto dicha medida hasta la fecha era el PP, que ahora está visiblemente satisfecho por haber conseguido convencer al gobierno.

De hecho, llama poderosamente la atención que haya sido Zapatero, líder del partido socialista, quien haya decidido constitucionalizar el principio de estabilidad presupuestaria, algo que casa mal con su insistencia en mantener las políticas sociales contra viento y marea incluso en estos tiempos de crisis. Rubalcaba por su parte está que se sube por las paredes. Una de sus bazas para ganar las elecciones, o al menos para hacer menos dura la caída, era el guiño a los jóvenes y al sano magma de inquietud y cabreo que llamamos Movimiento 15M. El pasado domingo 28 de agosto el 15M salió a la calle en toda España con la sensación de que el PSOE le estaba tomando el pelo, y parecía decirle al líder socialista aquello de ‘Yo no soy tonto’.

Lo que está claro es que la reforma, a diferencia de la que afectó al artículo 13.2 de la Constitución, es una “decisión política de especial trascendencia”, que son las que pueden ser sometidas a referéndum según el artículo 92 de la Carta Magna. No es obligatorio, pero sería un síntoma de salud democrática que, ya que no se ha contado con el resto de partidos, PSOE y PP al menos consultaran a la ciudadanía sobre el cambio.

En los últimos años una preocupación creciente de la clase política, no sólo en España sino en toda Europa y el resto de regiones con regímenes democráticos, es la desconexión entre el ciudadano y los poderes públicos. Los partidos hablan a menudo de esta desafección, pero raramente pasan de la fase de diagnóstico para preguntarse las causas del desinterés de la ciudadanía. PSOE y PP deberían pararse a reflexionar si aprobar una modificación de la Constitución que determina nada más y nada menos que el modelo económico del país, y hacerlo en una semana y sin someterla a referéndum, es la mejor manera de acercarse a sus potenciales votantes.

Lo bueno, lo feo y lo malo. Un western de incierto final está servido. Lo único seguro ahora mismo es que la reforma da alas al movimiento 15M y asegura el conflicto entre el partido que salga vencedor de las próximas elecciones y el resto de formaciones, dificultando cualquier pacto de gobierno después del 20N. El tiempo dirá si la medida fue un acto de responsabilidad política o un eslabón más en la sumisión de la política al dictado de los mercados.

martes, 3 de mayo de 2011

Mourinho como ejemplo


Cuando era pequeño me encantaban las videoconsolas. Podía pasarme horas delante de la pantalla avanzando por escenarios de fantasía, perdido en mundos inexistentes poblados de monstruos, karatekas o seres imaginarios que conducían coches de carreras o intentaban evitar que liberara a una princesa. Las horas pasaban sin darme cuenta hasta que mi madre me llamaba para la cena, y sólo entonces me daba cuenta de que, realmente, estaba hambriento.

Sin embargo esta afición a veces resultaba muy frustrante para mí; por algún motivo, los videojuegos nunca se me dieron excesivamente bien. Y no tardé mucho en darme cuenta, ya que tenía la desgracia – o la suerte – de tener en casa a mi “peor enemigo”: mi propio hermano Álex, que era un excelente jugador. No importaba el videojuego, ya fuera un beat’em up como Double Dragon, un clásico de lucha estilo Street Fighter II o cualquiera de los deportivos, mi hermanito casi siempre me ganaba. El uso del diminutivo no es casualidad: Álex era, es, mi hermano pequeño. Eso era lo peor, lo que más me dolía. Su superioridad alteraba el orden de las cosas. El hermano mayor ha de ser siempre el responsable, el que da ejemplo, el que abusa un poquito del benjamín. Y desde luego ha de ganar en el fútbol, en el Trivial Pursuit y en los videojuegos.

Esa es mi primera experiencia, o mis primeras repetidas experiencias, de un fenómeno constante en la vida de cualquier persona: perder. El fracaso, meter la pata, cagarla, ser peor que el de al lado. Y ser peor que Álex en los videojuegos me fastidiaba enormemente. Creo que nunca se lo confesé – el hecho ya era suficientemente duro de por sí para añadirle la humillación de reconocer ante él que era consciente de su superioridad. Lo que sí recuerdo es que, en lugar de aceptar mis derrotas, con frecuencia inventaba excusas para justificar el resultado adverso: haces trampas, siempre utilizas la misma técnica – daba lo mismo, la utilizara o no acababa ganando, y cuando yo intentaba copiarle me vencía con otra nueva -, tú has jugado más – falso, los dos estábamos igual de enganchados -, es que me dolía el dedo – lo que me dolía era el orgullo.

Estos recuerdos agridulces me vinieron recientemente a la memoria al ver el espectáculo bochornoso que está dando Don Jose Mourinho con el temita del Barça y la supuesta conspiración en la UEFA para favorecer a su equipo rival. Vaya por delante que Mourinho es un ganador. Un entrenador hábil y valiente que se merece todos y cada uno de sus triunfos. Me parece especialmente meritorio lo que consiguió el año pasado con el Inter: el triplete Scudetto, Copa y Champions League, eliminando al que para muchos era y sigue siendo el mejor equipo de fútbol actual, su odiado Barça. Tiene mérito porque Mourinho ha dado con la fórmula anti Barça: no dejar que el equipo culé tenga el balón, mantener una defensa muy bien organizada y aprovechar los contragolpes para marcar. No es un fútbol vistoso. Con esa estrategia nunca le endosará un 5-0 al Barcelona. Pero le sirvió el año pasado en Champions con el Milan, y le sirvió hace dos semanas en la Copa del Rey con el Madrid, y le felicito por ello.

Ganar no es fácil. Requiere esfuerzo, perseverancia y confianza en uno mismo. Adquirir estas habilidades es algo que se consigue con tiempo. Cuando somos pequeños nos faltan todas ellas: nos gusta la recompensa inmediata, no sembrar para cosechar. No queremos ni sabemos esperar nuestro momento. Y por encima de todo no poseemos todavía el combustible principal: la autoestima. Al primer contratiempo pensamos que no somos capaces de conseguir nuestro objetivo y desistimos.

Aprender a ganar es, por tanto, difícil. Pero es mucho más difícil aprender a perder. Con frecuencia, cuando uno pone ese esfuerzo, esa perseverancia y esa confianza acaba obteniendo lo que se propone. Ganar es algo que está a nuestro alcance, el resultado lógico de una actitud combativa, y ser capaz de ganar es un síntoma de madurez personal. El fracaso en cambio es un suceso que se impone a ese orden, al esquema natural de las cosas. A veces, incluso cuando hemos puesto lo mejor de nosotros mismos, cuando hemos sido pacientes y hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance, perdemos. No es cierto, salvo en las películas de Disney o en libros de autoayuda, que uno pueda conseguir absolutamente todo lo que se proponga ni que baste con desear y luchar para alcanzar nuestros objetivos. Y aceptar esta verdad irrefutable, entender que tenemos limitaciones, cometemos errores e incluso cuando no los cometemos existen fuerzas más allá de nuestro alcance que dan al traste con nuestras esperanzas, es el siguiente paso en el camino a la madurez después de aprender a ganar.

Los errores arbitrales son parte del fútbol. A veces favorecen a un equipo, a veces a otro (adjunto un link del portal Sportinguista que analiza los errores arbitrales que favorecieron a Mourinho en las dos Champions que ganó en 2004 y 2010 con el Oporto y el Inter: http://foro.portalsportinguista.com/viewtopic.php?f=15&p=1342321). Es un hecho tan evidente que sonroja mencionarlo, aunque en los últimos días parezca necesario. Mourinho (ni José, ni Pepe, Mourinho) es un ganador, pero le falta aprender algo que distingue a las leyendas de los excelentes: saber perder. Ni existe contubernio judeo-masónico a favor del Barça, ni mi hermano hacía trampas cuando me endosaba la enésima paliza jugando al International Superstar Soccer. Y cuando antes lo entienda el entrenador luso, antes podrá el Real Madrid centrarse en lo que se tiene que centrar: jugar a fútbol y reivindicar su nombre y su historia. Desprestigiar la competición que le ha dado mayor fama a nivel mundial me parece ridículo, escasamente útil y, en última instancia, impropio de un entrenador y un club de esta talla. Palabra de culé.

jueves, 10 de febrero de 2011

The best of times is now (and a moral) - On La Cage aux Folles

The synopsis of La Cage aux Folles is not likely to drag the crowds to Longacre Theatre: Laurent invites his fiancée and her ultraconservative parents for diner to his family house. The problem is that Laurent's family is formed by his gay father and the boyfriend of the latter, owner and main artist respectively of a club at Saint Trophez, something Laurent would rather conceal. But bear with me, because this play is worth watching. Let me give you three reasons.

In the first place: Douglas Hodge, who plays the role of Albin, the transvestite lover of Laurent's father. Hodge performs in the best tradition of male actors posing as women. This includes, in my personal and surely arbitrary account, Dustin Hoffmann in Tootsie, Robbie Williams in Ms. Doubtfire, and of course and above all, Jack Lemmon in Some Like it Hot. It is very easy to be excessive in these kind of roles, but Hodge manages to be exactly what Albin is: an effeminate man in all his female glory, not a hystrionic likely to make the audience raise an eyebrow. Moreover, Hodge mesmerizes with his singing abilities, delivering a great range of tones without losing the power of his voice. He's so great that he dwarfs former Frasier actor Kelsey Grammer (Laurent's father), who didn't seem to keep his tone more than once, in spite of his correct acting.

The second reason are the Cagettes, the dancers in the transvestite show at La Cage aux Folles. Not only do they have incredible dancing abilities in a variety of styles, from Can-can to something-close-to-ballet, including a mix between dancing and acrobatics (check "the birds' dance"). Also, their rhytmic skills are combined with what I would dare to call dancing humor. The Cagettes constantly play with the audience, they challenge and joke with them with a pelvis movement or a twisted tongue, turning the experience into sheer enjoyment. Eventually, you end up buying their make-believe theme "The best of times is now".


The third reason to recommend this play, you'll have to forgive me, is the moral of the story. Laurent, the son of the gay couple, feels forced to ask his "false" mother Albin to leave the house during the dinner, to avoid conflicts with his fiancée's right-wing father, a defender of "traditional family values". In the end, however, he comes to realize that Albin is as much his mother as a biological mother can be, and no pressure or ill-conception by other people justifies denying him that acknowledgement. The bottom line is that the concept of mother, father, and more broadly, family, has more to do with whom has raised and taken care of you when you were a child, than with merely accidental circumstances, such as an spermatozoid or an ovule. I guess this message was quite revolutionary in 1973, when Jean Poiret wrote the original French play. Well, when the United States pass an Act to define marriage as a union between a man and a woman (the DOMA), and in countries like Spain hundreds of thousands of people demonstrate in defense of traditional family, we might still be in need of some morals.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Cosas veredes, amigo Sancho - la nueva ortografía del castellano


"Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras". Esta expresión, atribuida al parecer erróneamente a la obra más universal de la lengua castellana, viene al pelo al examinar algunas de las normas que está a punto de aprobar la RAE en materia de ortografía.
No es mi intención dar cuenta de todas las modificaciones que introduce la nueva Ortografía de la lengua española. Entre otras cosas porque la obrita tendrá unas 800 páginas, a pesar de que los académicos han afirmado con notable sentido del humor que "será muy sencilla". Para un avance de los cambios, os remito a un link http://www.elcastellano.org/noticia.php?id=1597.

Simplemente quería llamar la atención sobre dos novedades especialmente llamativas:

1. Las letras ch y ll desaparecerán del alfabeto, quedando como dígrafos, es decir dos letras que representan un solo sonido. Para los que aprendimos a recitar el alfabeto en el cole, sin llegar a entender nunca por qué después de "ce" cantábamos "ceache" y tras "ele" recitábamos "elle", se trata de una muerte lingüística bastante lógica.

2. A partir de ahora podremos escribir "k" en lugar de "qu". Es decir, será correcto escribirle a nuestra amada "Te kiero", o apuntar en la lista de la compra "medio kilo de keso". No deja de ser curioso que una forma de escribir que ya estaba totalmente extendida en los "sms" o mensajes de texto pase ahora a ser bendecida por la institución que limpia, fija y da esplendor. Aunque alguna vez me haya reconocido en las críticas, se trata de una lección para los pedantes que con frecuencia denostan cualquier novedad en la escritura del castellano. Las lenguas son entes vivos, y como tales evolucionan. Es lo ke hay.

lunes, 25 de octubre de 2010

Sharing, exhibitionism and gossip- On The Social Network

http://www.youtube.com/watch?v=lB95KLmpLR4

My friend Paco Velilla once said that "Nobody is as ugly as in his ID picture, nor as handsome as in his Facebook profile picture". This quote certainly conveys a facet of Facebook: we all try to look good, or maybe just give the best image of ourselves, in "the" social network.

So what's all this Facebook mania about? Why do 500 million people in the world have a Facebook account? These questions were keeping me company as I was coming back home after watching The Social Network, a supposedly reliable depiction of the origins of Facebook - and the ugly things his creator, Mark Zuckerberg, did on the way.

Basic and foremost this webpage is about sharing. Even its fiercest critics must admit that Facebook offers wonderful possibilities of communicating with people and telling them about oneself - what you think, how you feel, what music you like, or even what you're doing right now, live. This is especially great when the people you care about are far away, and you can't just give them a call and meet in half an hour.

But let's face it. Facebook wasn't born to keep in touch with your mom or with that friend you made while you were traveling in Bolivia. In my case, it has never crossed my mind to suggest my parents to create themselves an account to know more about me now that an ocean separates us. Maybe it's because I don't want them to see that picture my "good" pal has tagged where you can see me far beyond tipsy in a New York joint.

Therefore, there must be other reasons why a staggering 1 in 12 human beings have a Facebook account. The Social Network talks about that. As a matter of fact, that's the very explanation of the creature's origin. One night of February 2004 Mark Zuckerberg was dumped, deservedly dumped, by his last date - a clever girl that realized that Mark was obsessed about social success, college fraternities and the like. Part as a revenge and part as a way to show off that he could do something "big" or, in other words, to get attention, that very same night he created an application in which guys could compare the degree of Harvards' girls "hotness" - yeah, quite cheesy, but effective: in 4 hours 450 people checked 22.000 pictures. Zuckerberg profited to disseminate nasty comments about his frustrated date; a pathetic and sad reaction.

And here we have our first cause of Facebook's success: pure gossip. The guys that surfed Facemash (Facebook's embryo) that night of 2004 didn't just want to see hot girls - they could arguably do that in other Internet sites, and with hotter pics ;-) - they wanted to see the pictures of girls they knew.  Facebook feeds from that idea and takes it to a higher level: users get to see not just pictures, but all that information that I previously said users want to express: feelings, political beliefs, literary likes, and most important - their relationship status! And they get that information not just from close friends and relatives (who has 300 friends and relatives?), but from people they have just met. That's probably the key of its success: Facebook users open up their privacy, allowing recent acquaintances to delve into their pictures, experiences, in short, into their lives, at pleasure.

You may be thinking that this is a little bit far fetched, as many of us won't publish really relevant information in our Facebook profiles. That's a fair point, but think for a moment: would you show a guy that has just been introduced to you the pictures of your last romantic trip with your girlfriend? Probably not, and yet the next day when you receive his friend's request - let's say he's a college mate of a buddy of yours - you won't hesitate much in accepting it.

Hence, the next question is quite obvious: why do we do that? Why are we so easily letting people encroach in our privacy? I suggest two answers. I already gave the first one, albeit implicitly: because the only way to check someone's Facebook account...is having a Facebook account! I bet you the astonishing figures of users would be much less impressive if you could just access the information without previously offering your own in exchange - quid pro quo, as the old saying goes.

As to the second one, that's where my pal's quote will give us a hint: we are in Facebook not only to show, but to show off; not only to exhibit, but because of the exhibitionist in us. We want the world to think that we are "as handsome as in our profile picture", that we read a classic every once in a while or that nobody parties like us. In other words, we need attention as Zuckerberg - hopefully a little bit less - needed it.

What's the difference then between communicating and bragging? The limits are hazy. Ascertaining it is  as difficult as knowing when a blogger is sharing ideas or just pretending he has something interesting to say... In the end, the answer is only in the reader - and in the Facebook user.

sábado, 2 de octubre de 2010

Guile

guile |gīl|nounsly or cunning intelligence he used all his guile and guts to free himself from the muddle he was in.DERIVATIVESguileful |-fəl| adjectiveguilefully |-fəlē| adverbORIGIN Middle English : from Old French, probably from Old Norsecompare with wile .
interesting...