viernes, 18 de junio de 2010

Salar de Uyuni

Entre el 15 y el 17 de junio estuve haciendo un tour en 4x4 por el Suroeste de Bolivia, llegando hasta Chile. La estrella del viaje era el Salar de Uyuni, que me decepcionó un poco inicialmente pero acabó convenciéndome por su espectacularidad. Se trata de un mar de sal que se extiende hasta donde abarca la vista, un paraje que tiene algo de místico y afortunadamente se ha conservado bastante virgen de la mano del hombre, salvo por alguna empresa de minería que explota sus inmensas riquezas.
Sin embargo lo que más me gustó de esa zona fue la Laguna Colorada y, sobre todo, la Laguna Verde, que en realidad es de un azul turquesa que sólo he visto en las playas caribeñas. También me impresionaron las fumarolas, cuyos gases tóxicos no impidieron que me hiciera una foto que pronto colgaré (donde estoy hoy no hay manera de subirla).
El punto amargo llegó al final del viaje. Cuando llegamos al pueblo de partida, Uyuni, le robaron la mochila a uno de mis compañeros de viaje, un madrileño de 33 años muy majo llamado Ramón. Y lo hicieron en la misma agencia de viaje, cuando descargábamos las bolsas, mediante una hábil maniobra en la que un chaval jovencito nos preguntó por un autobús a Oruro mientras su compinche, un hombre mayor, se introducía en la agencia, se hacía el despistado y, cuando toda nuestra atención estaba concentrada en el primero, se iba con la mochila debajo de la chaqueta.
Ramón, que había llegado a ver al ladrón, le buscó por los autocares y hoteles cercanos con la (escasa) ayuda de la (inútil) policía local, pero no hubo manera de encontrarle.
Mi amigo estaba desconsolado. En la mochila llevaba el pasaporte, DNI, dinero, tarjetas, las gafas normales y las de sol y la cámara. Repetía una y otra vez "todo el viaje a la mierda en un solo instante". Y tenía razón, claro.
En un primer momento otros dos compañeros de viaje y yo nos ofrecimos para acompañarle a La Paza a hacer los trámites con la Embajada para obtener un pasaporte provisional o un salvoconducto. Pero al día siguiente, viernes 18 de junio, se vio que no era necesario. Y a ese día quería llegar.

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